domingo, 26 de febrero de 2012

La Casa Verde

El mismo ciego y los mismos dedos hablando juntos, la misma melodía. Las sillas desnudas . Hedor a vino barato, tabaco y ruina. ..Todo era olvido. 
Un lugar tan perdido, tan apartado de lo que pudo ser... En la esquina estaba ella,  que era mucho menos de lo que pretendía. Los párpados azules se marchitaron antes que la sonrisas. El baile de autómata por el suelo sucio:  Tómame de la cintura, como a una colegiala y llévame de aquí, lejos, lejos donde no sea vieja, donde no se decapiten las  mujeres en los riscos. Aléjame de este lugar maldito, de zancudos  y pies desnudos. Imploraba su  alma callada al último que pagaría por sus servicios. 
 El acordeón convulsionaba tangos, señalando fracasos,  acribillando  el  silencio del pueblo que dormía.