lunes, 20 de julio de 2009

La partida.

Nadie le dijo esa tarde,
que se quemó marrón:
una melena distante
que el viento despeinó.
Se detuvo en sus pupilas
al arribo del invierno,
más se fugó escondida
de los brazos y del cuerpo.
Lo lloró en las calles,
en los bares y cantinas
cantando su nombre,
vomitando su miedo.
Caminar cansada y dormida
un tren imaginario
una mordida de hierro.
Caer desmorecida
que la violenta embestida
la lleve a otro infierno.
Es otro durmiente en la vía
de diazepam y anfetaminas,
a licor, etílico y viejo
los delirios de una suicida
entre cartones mugrientos.
Se cerraron las salidas
en cuarentena los puertos
las sirena de la partida
le transmutó los recuerdos.
Nadie le dijo esa tarde,
mar de fuego que le quemó
haberlo llamado a gritos...
hasta quedarse sin voz.



2 comentarios:

  1. Triste... Las imágenes son claras y tristes... Seguí adelante.

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  2. Estampas cotidianas de sufrimiento, que tenemos abundantes a nuestro alrededor...

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